En tiempos donde el flujo de información nos inunda, el escritor Yuval Noah Harari lanza una advertencia con su nuevo libro Nexus: «La inteligencia artificial tiene un potencial totalitario que nunca hemos visto antes». Son palabras que resuenan con fuerza en una era marcada por la aceleración tecnológica, donde la humanidad avanza sin mirar atrás, pero con la sombra de no saber realmente hacia dónde nos dirigimos. Harari, conocido por sus libros Sapiens y Homo Deus regresa al debate con la mirada crítica y global que le caracteriza, buscando desentrañar lo que estamos construyendo y, al mismo tiempo, lo que podríamos estar destruyendo.

En Nexus, Harari aborda un tema que lo obsesiona: las redes de información. Desde los primeros signos de escritura hasta los algoritmos que deciden qué leemos hoy en día, estas redes han sido fundamentales para el desarrollo humano. Sin embargo, en la actualidad, la IA ha tomado un lugar tan relevante que ya no solo estamos hablando de herramientas, sino de agentes capaces de tomar decisiones propias. Y es aquí donde surge la inquietud: ¿qué ocurre cuando esas decisiones no están bajo nuestro control?

El pensador estadounidense Noam Chomsky, por su parte, en su análisis sobre la IA, muestra un escepticismo que se ha ido consolidando con el tiempo. Para Chomsky, la tecnología detrás de programas como ChatGPT ha sido sobrevalorada y distorsionada por una fiebre mediática que no comprende su verdadera naturaleza. Para él, la IA actual, aunque eficiente en ciertos campos, sigue siendo una maquinaria vacía, incapaz de generar razonamiento crítico o de abordar dilemas éticos de forma genuina.

Harari y Chomsky nos presentan dos caminos que, aunque diferentes, comparten un trasfondo común: la inquietud ante la velocidad de los avances tecnológicos. Harari, con su enfoque más global, ve en la IA un poder que, si no se controla, podría erosionar las bases mismas de nuestras sociedades. La evolución es rápida y, a su juicio, nos está superando. Plataformas como Facebook o Twitter ya no solo diseminan información; son los algoritmos los que deciden qué debemos ver, moldeando nuestras percepciones y, por ende, nuestras decisiones colectivas.

Chomsky, en cambio, nos invita a desacelerar y observar con escepticismo lo que parece ser el nuevo «milagro» tecnológico. Para él, la IA está limitada por su incapacidad para generar explicaciones complejas.  Chomsky ve un peligro en la credulidad ciega con que se recibe cada nuevo avance, advirtiendo que, mientras estos sistemas no puedan comprender los matices del razonamiento humano, su impacto será superficial.

Lo que une a estas dos mentes brillantes es la preocupación por el control. Harari nos advierte del riesgo de que la IA sea utilizada para vigilar y oprimir, como ya ocurre en algunos países. La inteligencia artificial ha permitido que la vigilancia sea constante y ubicua, y la privacidad, ese derecho que solía parecer incuestionable, podría estar desapareciendo ante nuestros ojos.

Chomsky, por su parte, se preocupa por la ausencia de un marco moral en el diseño de estas tecnologías. Los sistemas de IA no distinguen lo correcto de lo incorrecto; no operan bajo principios éticos. Esta falta de moralidad es lo que lo inquieta, pues, aunque la IA pueda replicar patrones, no tiene la capacidad de decidir lo que es justo o necesario.

Mientras Harari y Chomsky observan la IA desde perspectivas diferentes, ambos concuerdan en que estamos ante una revolución que podría escapar de nuestras manos si no somos cuidadosos. Nos ponen frente a un espejo incómodo: vivimos en una época donde la información es abundante, pero la verdad es cada vez más esquiva. Y en el fondo, la pregunta sigue siendo la misma: ¿Quién controla el poder detrás de esta tecnología? Chomsky responde con escepticismo, recordándonos que la verdadera inteligencia requiere capacidad crítica, algo que las máquinas, por ahora, no tienen. Harari, en cambio, nos advierte que la IA, incluso en su estado actual, ya está creando nuevas realidades, y que pronto, podría moldear nuestro destino.

Este es el momento de decidir cómo queremos usar la IA, no solo como una herramienta, sino como un actor en nuestras sociedades. Tanto Harari como Chomsky nos advierten que la pregunta no es si debemos temer a la inteligencia artificial, sino cómo podemos asegurarnos de que no termine controlándonos.

Por Mauricio Jaime Goio


Descubre más desde Ideas Textuales®

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.