Según Joaquín Salvador Lavado Tejón (1932-2020), Quino, su creador, Mafalda nació por encargo de una agencia de publicidad. «Es una historia rara. Había una marca de electrodomésticos que quería hacer publicidad encubierta. En esa época estaba de moda la tira de Peanuts, Charlie Brown… Querían una tira familiar para regalar a los diarios, donde por ejemplo se limpie la casa con la aspiradora y el modelo sea parecido al de la marca…», contaba Quino. La marca era Mansfield y Quino buscó un nombre para la tira que pareciera por las letras m, a, f… «Viendo una película con Leonardo Fabio, alguien está mirando un moisés con una nena, apareció el nombre y así surgió el nombre de Mafalda», afirmó.
El autor mendocino y luego nacionalizado español, antes y después de Mafalda, hacía tiras de humor mudo. La marca finalmente abandonó su idea y Quino se quedó dos años sin publicar una docena de las tiras realizadas. Un día un amigo (que en realidad era Tomás Eloy Martínez) que trabajaba en el semanario Primera Plana, le preguntó si no tenía algo distinto a las tiras de humor que solía publicar y se las mostró. Así salió a la luz pública durante seis meses la primera Mafalda.

Desde 1964 hasta 1973, Mafalda fue la nena que cuestionaba el mundo y desde entonces, se transformó en el clásico universal de nacionalidad argentina, como el tango, el mate, el dulce de leche, los alfajores, Maradona, Messi.

Con su familia tipo de clase media de la época, Mafalda siempre tiene una moraleja, una reflexión, un chiste, una salida irreverente. Es la pequeña que hace preguntas incómodas que deja con la boca abierta a su mamá ama de casa, a su papá empleado: su grupo familiar lo completan su hermanito menor, Guille, y su lenta tortuga llamada Burocracia. Tiene un grupo de amigos diversos como Susanita, Manolo, Felipe, Libertad, con quienes comparte sus preguntas existenciales, conclusiones honestas, deducciones decepcionantes, sobre todo cuando compara la realidad con lo que aprende en la escuela: «tenés que portarte bien», «tenés que hacer caso» y al encender la televisión o escuchar la radio (el principal medio de comunicación entonces) ve y escucha todo lo contrario.

Mafalda es una caja de sorpresas en cada tira y en unos pocos cuadritos. Tiene fe en que su generación cambiará el mundo a pesar de su visión pesimista de la situación. Es humanista y una ferviente creyente de la paz mundial, le gustaría estudiar idiomas para trabajar en Naciones Unidas y conseguirla. Aunque es contestaria, tiene la cabeza abierta a las dudas, con una filosofía de propender a hacer del mundo un lugar mejor. Sus gustos por Los Beatles, los panqueques, jugar con los amigos a los vaqueros o al ajedrez, el parque, la democracia y los derechos humanos son tan marcados como su disgusto por la sopa, la injusticia, el racismo, las armas nucleares, las guerras, las convenciones de los adultos.

Mafalda nació en su primera tira con 6 años, fue creciendo con el paso del tiempo y en la última, tenía 8 años. Se transformó en la nena sensata, reflexiva y equilibrada en medio de un mundo adulto sombrío ante los conflictos políticos y sociales del mundo: Un reflejo del sentido común de la clase media argentina de los años sesenta y setenta.
En 1966 salió el primer libro de Mafalda, una idea del editor Daniel Divinsky, quien desde entonces no paró de imprimir. En dos días, se vendieron 5000 ejemplares. Las tiradas por edición eran de 200.000 ejemplares, algo impensado incluso en esta época. Eran tiempos difíciles en Argentina, cuando Onganía dio un golpe de Estado al presidente Illía.
En 1970 fundarían «Ediciones de la Flor» que reúne todas las publicaciones de Mafalda en 10 libros coleccionables, los cuales han sido traducidos a casi todos los idiomas y dan la vuelta al mundo hasta hoy. Divinsky, a 45 años del éxito editorial, diría que el éxito de Mafalda es difícil de explicar porque los personajes son niños pero no se trata de una historieta para niños sino dirigida a los adultos. «No son chistes, son epigramas en cuyo final se presenta una especie de conclusión satírica», afirmaba.

Actualmente los nietos de aquella generación, siguen leyendo a Mafalda y ella sigue siendo una nena de culto. Quino decía que si debía dar una explicación a este éxito intergeneracional no le resultaba muy grato puesto que quería decir que si Mafalda seguía causando la misma emoción en los nuevos lectores es porque el mundo sigue igual de mal que entonces.
Larga vida a Mafalda que ha repartido al mundo 60 años de preclaros ideales, esperanza y felicidad.
por Gabriela Ichaso.


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