Cada día, millones de dedos hacen clic sobre titulares que, de algún modo, parecen irresistibles. Entre memes fugaces y rótulos llamativos, algunas noticias logran escalar hasta la cima al capturar atención de multitudes. ¿Qué es lo que hace a ciertos contenidos tan seductores? Un equipo de investigadores de la Universidad de Pensilvania decidió descifrar el misterio detrás de esta atracción utilizando un enfoque singular. Observar el cerebro de quienes deciden qué compartir y qué dejar pasar en la vasta corriente de información digital.

Lo que encontraron ofrece una ventana intrigante a nuestra psicología social y personal. En la viralidad parece que se juega algo mucho más profundo que solo el contenido.  Se juega nuestra autoimagen y la forma en que buscamos vincularnos con los demás. Como explicó la investigadora Emily Falk, responsable del estudio, “la gente está interesada en leer o compartir contenidos que conecten con sus propias experiencias, o con su sentido de quiénes son o quiénes quieren ser”. La masividad, entonces, va más allá del titular perfecto. Es un acto social y psicológico que satisface la necesidad humana de pertenencia y proyección.

Al dar “compartir” en redes sociales, enviamos un mensaje sobre el mundo, pero, sobre todo, sobre nosotros mismos. La información que seleccionamos, dicen los expertos, revela cómo queremos que los demás nos perciban. El estudio halló que compartir noticias activa áreas del cerebro relacionadas con el pensamiento sobre uno mismo. Nos vemos reflejados en el contenido. Compartirlo, de algún modo, es proyectar una parte de nosotros que creemos relevante o que simplemente deseamos mostrar. Los investigadores llaman a esto el valor percibido de la información. Aquello de nosotros que puede resonar con otros.

Por otro lado, en el acto de compartir entra en juego también una habilidad poderosa. La capacidad de anticipar la reacción de los demás. Compartir una noticia supone cierto grado de empatía y previsión, de adelantarse al juicio ajeno. Es un acto de exposición pública que busca aprobación, un juicio positivo. Este aspecto social es clave en la viralidad. Cada vez que damos clic en “compartir”, entramos en un juego de expectativas, apostando a que nuestro contenido será bien recibido.

¿Por qué sentimos placer al compartir? Desde los tiempos de las sociedades más antiguas, compartir información era más que una transacción. Era un medio para construir y fortalecer lazos. Hoy, este intercambio ha mutado hacia el ámbito digital, pero sigue jugando un papel central. Compartir contenido viral tiene, según los neurocientíficos, una recompensa intrínseca. Es placentero y, al mismo tiempo, funciona como un “capital social”, reflejando valores comunes que refuerzan nuestro sentido de pertenencia. 

Lo que es universalmente valioso para la comunidad, lo que resuena en varios niveles emocionales y sociales, se vuelve un contenido con alta probabilidad de viralización. Nos encontramos así ante una dinámica social compleja. Detrás de cada noticia viral hay una red de significados que se activa en cada individuo, una serie de lazos que, al ser compartidos, refuerzan nuestro lugar en el grupo y afirman nuestra identidad.

Lo viral, lejos de ser un fenómeno trivial, es el reflejo de aspiraciones compartidas, de deseos de conexión y de la eterna búsqueda de aceptación. Nos recuerda, con cada “me gusta” y cada “retuit”, que comunicar es, ante todo, un acto de reafirmación social y personal. Las noticias virales logran fascinar, entretener, pero también cumplir un rol esencial en la dinámica humana. Conectan y proyectan a quienes las leen como a quienes deciden darle a “compartir”.

Vivimos un tiempo en el cual las comunidades físicas se han roto y la virtualidad constituye el espacio en el cuál reafirmamos nuestra identidad y sentido de pertenencia. Más allá de los algoritmos y la manipulación de la atención y contenidos (que es otro tema), los seres humanos buscamos y necesitamos encontrarnos con los otros en medio del pasar fugaz de tanto contenido, que a ojos de un observador externo pueda parecer caótico y disperso.

La próxima vez que un titular te atrape y sientas la necesidad de compartirlo, piensa que en esa acción está latente una intención profunda. Te habla a ti, pero también a los demás. En la viralidad encontramos una versión del mundo que deseamos ver y mostrar, y en ella se juega, por momentos, esa identidad que cada uno elige proyectar.

Por Mauricio Jaime Goio.


Descubre más desde Ideas Textuales®

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.