El periodista Luis González Quintanilla presentó días antes de la proyección inaugural, que se realizó de forma escalonada en diversas salas cinematográficas del país, como la Cinemateca Boliviana en La Paz, el texto a continuación acerca del documental de la cineasta Patricia Quintanilla. Cuatro años después lo recogemos y lo divulgamos por la coyuntura histórica que vuelve a vivir Bolivia, en la que el país corre el serio riesgo de repetir los errores del pasado que le han costado mucha vida y mucha democracia. Es imposible cambiar el rumbo del sistema político y económico nacional desconociendo la profundidad de las últimas décadas y el presente de la región.
«Es tarea difícil contar una parte de la historia esencial de nuestro país y de algunos de su entorno desde los años 60, pasando por la lucha armada, la resistencia contra las dictaduras, la reconquista de la democracia, y el curioso ensayo del socialismo del siglo XXI, que se dio también en este mismo escenario. Pero el emprendimiento se logró en un documental de factura internacional, que se estrenó (el 6 de junio de 2019) en el Cine Center de Cochabamba.
Los astros se alinearon para que la experiencia de la cineasta Patricia Quintanilla, se maridara con la generosidad de un puñado notable de aquellos jóvenes – de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y Venezuela- que, a fines de los 60 y las dos décadas siguientes del siglo pasado, fueron seducidos por la epifanía de la lucha armada. Las entrevistas constituyen testimonios conmovedores de esos protagonistas en esa época de furia y sangre. Esos jóvenes de ayer –hoy destacados politólogos, sociólogos, analistas militares y periodistas en sus respectivos países- cuentan su historia con la intensidad de la vivencia personal, apoyados por el desempeño técnico esencial del montaje, también a cargo de la directora, para compaginar este relato audiovisual. Una hora y media de una película que mantiene la tensión de principio a fin, por su agilidad, el número de personajes y sus distintas voces y experiencias. Esa es la apuesta que acometió con éxito Patricia Quintanilla en “Izquierda XXI ¿?”.
Los entrevistados optan por un relato objetivamente verificable y un análisis profundo de esta época. Las narraciones son conmovedoras a veces dolorosas porque son autocríticas de militantes comprometidos. A ello se añade las reflexiones profundas. Los jóvenes de antaño lo hacen hoy como mujeres y hombres maduros y sabios. Con la misma ética de su pasado revolucionario. No es negación, es crecimiento.
Los testimonios dan fe de que después del “adiós a las armas” y el periodo neoliberal, surgió otra luz de esperanza. El amanecer de algo confuso pero que prometía en su discurso cumplir las antiguas utopías. Con la presencia de un fuerte apoyo popular. Una nueva invitación a la ética de construir una sociedad más igualitaria, con oportunidades, salud y educación para todos. Una sociedad dispuesta a combatir la pobreza. Sin embargo, cuando los protagonistas sólo habían empezado a soñar irrumpieron las pesadillas.
Pronto llegó el quiebre y la degradación del proceso: el carismático Lula da Silva fue descubierto en relaciones incestuosas con la constructora Odebrecht, la corruptora de alcance hemisférico, y su partido se embadurnó con las millonarias comisiones de Petrobras. Algo similar pasó en el Ecuador de Correa: su propensión a vender su país a la potencia emergente, la capitalista China, o su afán desarrollista que arrasó vastas zonas de la reserva amazónica. Mientras que los argentinos se sorprendían por el amor por el dinero que profesaba el matrimonio K. Maduro, y su dictadura militar, consigue la difícil tarea de igualar a los venezolanos en el profundo infierno de la extrema pobreza.
El documental no es imparcial, pero sí es absolutamente objetivo. Es un aporte extraordinario de memoria histórica y enseñanza. Interesará por igual a protagonistas y testigos de las luchas por las libertades. Y es de primordial conocimiento para los jóvenes, porque la democracia de la que hoy gozan costó a sus padres y abuelos “sangre, sudor y lágrimas”. Nadie regaló nada.
Bolivia, claro, tiene incidencias importantes en la película. Son los testimonios de gente progresista, que descubre el dolor que la memoria provoca. A ratos es una feroz autocrítica, la que depara haber transitado el tiempo de la inocencia, cuando se creía alcanzar el cielo con las manos.
La realidad de nuestro país es cercana y conocida. Sus narradores son todavía destacados militantes de las antiguas banderas libertarias. Algunos de ellos, Gary Prado, Alejandro Almaraz, Gloria Ardaya, Amalia Pando, Pablo Solón Romero, Loyola Guzmán… se desnudan en valiosos relatos. Y Gustavo Fernández contribuye a sistematizar, a darle una columna vertebral y académica al relato.
Sabemos que el llamado socialismo del siglo XXI está al borde de una profunda grieta. Duró apenas un instante en la historia de los pueblos. Quedan pocos: la Nicaragua de los Ortega, resultó tan sanguinaria como lo fue la dictadura de los Somoza; Venezuela, que es una dictadura militar hipercorrupta y genocida. Y nuestro país, recurriendo al lenguaje del ajedrez, a punto de convertirse en una pieza de cambio: peón por alfil. Los poderes internacionales quieren, al parecer, conservar la pieza chica a cambio de la grande.
Sin embargo, lo peor está por verse. Parafraseando a los revolucionarios del siglo antepasado, un nuevo fantasma recorre el mundo: el populismo conservador autoritario, insaciable acumulador de la riqueza y ultrarreligioso: Trump, Putin, Erdogan, Xi Jimping, Urban o Salvino… Y aquí al lado, Bolsonaro. Lo importante es verlos venir. Y el progresismo de ahora deberá hacerles frente aferrándose con denuedo a las banderas de la convivencia, de la reafirmación de los derechos conseguidos, de la libertad y la paz.
He ahí un nuevo tema desafiante para el talento de la documentalista».
¿Cuál es la diferencia entre la izquierda del siglo XX y la llamada izquierda del siglo XXI?
Si querés mirar el documental completo, aquí está el enlace a Vimeo y la clave de acceso: izxxi201124.
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