En un edificio común del barrio de Belgrano, Buenos Aires, cada dos jueves sucede algo que descoloca la lógica del tiempo. En una sala sin pretensiones, un grupo de personas mayores de 90 años se sienta a conversar frente a unos micrófonos. Hablan del amor, del sexo, de la muerte, del celular, de la dieta que aún los mantiene activos, de los viajes que los marcaron. Y lo hacen como si acabaran de salir de la universidad, con una mezcla de lucidez, ternura y sentido del humor que desarma. No están ahí para conmemorar nada, ni para ser homenajeados. Están ahí porque tienen algo que decir. Y lo están diciendo con una frescura que los vuelve profundamente contemporáneos.
Se llaman Noventa y Contando, y lo que empezó como un video casero de TikTok de Alberto Chab —un psicoanalista de 97 años—, se transformó en un pódcast que hoy reúne a miles de oyentes jóvenes y viejos en Argentina y más allá. A diferencia del enfoque geriátrico que suele rodear a los muy mayores, aquí no hay paternalismo ni moralina. Lo que hay es una conversación entre pares. Chab, junto a Guadalupe Camurati, de 26 años, estructura los episodios como quien tiende puentes entre generaciones. Sin prisa, sin ruido. Lo que logran es casi mágico. Mostrar que estar vivo no es una cuestión de edad, sino de voluntad.
El pódcast no busca vender longevidad ni enseñar fórmulas. Es más bien una suerte de manifiesto: a los 90 todavía hay mundo. No uno nostálgico ni suspendido en la repetición del pasado, sino uno abierto, lleno de preguntas. El proyecto no es una mera curiosidad, es algo más profundo. Una forma de enrostrarle a la sociedad el modo en que trata el tema de la vejez. En un mundo obsesionado con la juventud perpetua, donde la ciencia busca alargar la vida mientras el mercado margina a quienes ya no producen, este grupo de nonagenarios construye un espacio de resistencia simbólica. Desde una mesa de café, con un micrófono delante y una conversación sin guión, nos recuerdan que el tiempo no se mide solo en años, sino en intensidad.
A la par de este fenómeno, la ciencia parece advertir sus límites. La revolución de la longevidad está frenando. Ya no es tan probable que la mayoría de los nacidos hoy lleguen a los 100. No habrá una nueva ola de esperanza de vida como en el siglo XX. Lo que sí puede haber es una revolución del significado. Porque si el cuerpo envejece, el deseo de sentido no. Y en eso, el pódcast es una joya cultural. Desafía la idea de que después de los 85 ya no se puede reinventar nada.
Laura Carstensen, investigadora de Stanford, lleva años diciendo que la expectativa de vida no puede ir disociada de una expectativa de propósito. Que la vejez no es una pausa, sino una etapa con su propia potencia. En Japón, uno de los países más longevos del mundo, eso se sabe bien. Los ancianos siguen activos, enseñan, hacen huertos, practican el “ikigai” , una filosofía cuyo principio es tener siempre un motivo para levantarse por la mañana. Noventa y Contando tiene ese mismo espíritu, pero en clave rioplatense. Con risas, con tango, con algo de melancolía y mucho de ironía porteña.
No hay recetas, ni consejos, ni modelos a seguir. Hay historias. Hay memoria puesta en circulación. Hay cuerpos que se mueven y voces que se niegan al silencio. Y en eso reside su fuerza. En mostrar que la cuarta edad no es un error del sistema ni una sala de espera, sino un territorio vivo, lleno de matices, de contradicciones, de belleza.
Es un proyecto que mueve a levantarse del sillón y salir a la pista de baile. Puede ser una historia, un poema. Una conversación o simplemente alguien que pregunte sobre lo que cambió sus vidas. Tocando esa fibra que los devuelve a la vida. Nadie mejor que Joan Manuel Serrat para cerrar diciendo:
“De vez en cuando la vida
Toma conmigo café
Y esta tan bonita que da gusto verla
Se suelta el pelo y me invita
A salir con ella a escena”.
Por Mauricio Jaime Goio.
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