El 10 de junio de 2025 Jeanine Añez cumplió 4 años de una condena ilegal, injusta y planificada para expiar las culpas y los delitos de los actores de una trama desesperada, con el sacrificio del eslabón más débil de la crisis institucional de 2019.

Las estrategias de campaña, en el actual proceso electoral, no dudan en continuar denigrando a la ex Presidente para despegar a los opositores de su rol en los conflictos del proceso electoral de octubre, suscitados por el fraude del masismo instalado en los cuatro órganos del Estado y la incapacidad de los principales líderes de entonces de unirse en un equipo de acompañamiento a las decisiones que debía enfrentar una senadora devenida en primera mandataria nacional por acuerdo de ellos mismos y los negociadores del MAS.

El gobierno de Jeanine Añez no fue un gobierno de transición, como lo han categorizado, sino un gobierno de emergencia nacional.  El verdadero gobierno de transición será el que se conforme a partir del 17 de agosto de 2025, si gana la oposición. 

El gobierno de la ex presidente tuvo el rol limitado a la pacificación de la violencia reeditada por las facciones evistas, tal como las confrontadas el último año contra el arcismo masista, y la convocatoria a elecciones generales, una vez declaradas nulas por la Asamblea Legislativa las adulteradas por el propio círculo presidencial de Evo Morales.  La imprevista llegada de la pandemia mundial del COVID al país agravó la situación política y social, en la que la mayoría de los gobiernos latinoamericanos de la época establecieron restricciones duras que paralizaron las actividades públicas y privadas.

Muchos apuntan contra Jeanine Añez una responsabilidad de la que no se hacen cargo. Es más fácil ponerle su nombre y apellido a las irracionalidades de sus pugnas y de sus fuegos artificiales, unos criticándola para despegarse con fines electorales desde que asumió la presidencia por sucesión constitucional; otros, impulsando nombres a ocupar cargos de poder con otros fines; y el oficialismo, para someter a todos a una narrativa de hechos que los disfrace de víctimas cuando fueron y son los victimarios.

Eva Copa, ahora alcaldesa de El Alto y circunstancial candidata a presidente por su propia agrupación política Morena. Tarde y cínica, habla de Jeanine Añez como “una mujer que no fue ni es mala”, reconociéndole coherencia y lealtad. Sin embargo, sigue acompañada por su jefe de campaña, el ex ministro de Justicia del actual gobierno, Iván Lima, uno de los principales impulsores de los juicios ilegales contra Jeanine Añez, junto a Andrónico Rodríguez, actual presidente del Senado y -a su vez- candidato presidencial por la Alianza Popular.  De la misma manera, Eduardo del Castillo, otro impulsor de los procesos y su carcelero, el ex ministro de gobierno del MAS en la gestión de Arce Catacora, se presenta como candidato a presidente por la sigla arrebatada a Evo Morales, el prófugo inhabilitado.

Es curioso que ningún candidato opositor con opciones de ganar las elecciones, hasta ahora no haya reunido en una sola frase clara y contundente, de que los cuatro son MAS de lo mismo:  los protagonistas de la debacle política de 2019 y de la debacle económica de 2025.

Si hay otra línea recta que une a los opositores es su papel antes y después del gobierno de Jeanine Añez.  Carlos Mesa, ahora retirado, fue durísimo contra la presidencia que debía conducir a un nuevo proceso electoral, desmarcándose en vistas a una nueva postulación personal.  Samuel Doria Medina, jefe de un partido político como Unidad Nacional, confluyó a través de su representante en la mesa de negociaciones de la Universidad Católica y si bien, no fue parte de esa gestión, impulsó la candidatura de Jeanine Añez hasta que las proyecciones demostraron que no se dio la unidad esperada en torno a sus figuras.  Jorge Tuto Quiroga fue representante presidencial, sin partido político, en los ámbitos internacionales. Manfred Reyes Villa pudo retornar al país gracias a la nueva figura presidencial. Luis Fernando Camacho, participó mediante la ubicación en cargos estratégicos de personas con su recomendación.  Ninguno fue capaz de deponer sesgos personales en función de una unidad necesaria para vencer al partido autoritario y esquilmador que funge dos décadas en el poder.

Ella está presa, desde hace cuatro años y cuatro meses, sola. Los demás, siguen en actividad política, aún cuando el gobernador cruceño fue secuestrado y encarcelado en diciembre de 2021.

En el primer debate presidencial, se quiso marcar diferencia entre uno y otro candidato en relación a su participación en el gobierno de Jeanine Añez, pero ningún opositor fue capaz de defender la valentía y la lealtad de esta mujer. 

Como dijo la francesa Gisele Pericot, al denunciar y enjuiciar a los hombres que la violaron sistemáticamente, ya es hora que la vergüenza cambie de lado.

La vergüenza y el dedo acusador no deben seguir sobre Jeanine Añez, sino -como fue en 2019, en 2020, en 2021, en 2022, en 2023, en 2024, los últimos 20 años y hoy- sobre los carceleros, los corruptos y los violadores de las instituciones, la democracia y la sociedad.

Por Gabriela Ichaso.


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