Cuando el tablero de ajedrez fue un campo de batalla
En el verano de 1972, el mundo se paralizó para ver cómo dos hombres se sentaban frente a un tablero de ajedrez en Reikiavik, Islandia. Bobby Fischer, estadounidense, y Boris Spassky, de la en ese entonces Unión Soviética. Dos continentes, dos órbitas ideológicas, dos maneras de imaginar el futuro. La Guerra Fría había encontrado una nueva trinchera, silenciosa y cubierta de peones, torres y alfiles.
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