Ha muerto Percy Fernández. Ha muerto Robert Redford. Ha muerto Sonia Antelo de Weise.

Septiembre se lleva íconos de una época. 

El Alcalde más querido, que desde hace muchos años se hace extrañar. El actor, productor, director de cine, que protagonizó hitos indelebles en la historia audiovisual hollywoodiense. La marca fundadora de vestuarios de elegancia y espectacularidad en el escenario cruceño.

Una época plena de sueños, alto nivel, buen gusto y sello personal se va diluyendo en el paso del tiempo.

La buenaventura del tiempo más prolongado de belleza, talento, mérito y personalidad del final del siglo XX se extingue inexorablemente. 

Fueron medidas aspiracionales como realizaciones ejemplares. Como tantas otras que se hace indispensable rememorar.  

Dar la talla en el espacio público no es para cualquiera, como tampoco reconocer en figuras que se pierden por la ley natural de la vida, que nos vamos quedando vacíos de ellas.

Recordar sus trayectorias ahora es tan fácil con una simple búsqueda en el archivo artificial de las redes sociales pero tan difícil de encontrar en las voces que se pierden en las sobreposiciones esporádicas, unas tras otras, intentando un espacio en el bullicio de la tendencia de la hora.

Quienes tuvimos la suerte de disfrutar en la niñez y en la juventud del paso de grandes figuras que marcaron huella en nuestras vidas, con el tiempo y los silencios necesarios para la admiración y la constatación recurrente de su obra, atesoramos la memoria de su tesonero y brillante acontecer en sus vidas irradiando autenticidad, entrega y maestría en sus profesiones.

Cada era tiene sus personajes notables.  El siglo XXI tendrá que definir los suyos en su momento y en todos los roles del desempeño humano. Porque la historia, plagada de vidas anónimas y descollantes, transcurre hoy en una avalancha de nimiedades que encandilan y mandan al tercer patio a la presencia de los seres humanos dignos de encomio, con poses distorsionadas con filtros, banalidades, falsedades, denostaciones, oportunismos, montajes e imitaciones, cargadas de intereses económicos, políticos y sociales efímeros e intrascendentes.

A quienes nos ha tocado la buena fortuna de distinguir entre unos y otros, porque vivimos en lo que ahora parece pasado y rudimentario de la vida y lo que vivimos adaptados a la nueva normalidad, nos correspondería la labor final de no olvidar por aquellos que se van y por aquellos que olvidan.

Buen viaje a Percy, a Redford y a doña Sonia. Y a todos los que se fueron antes y cuya memoria es recuerdo de que también somos producto y hechura de personalidades que hicieron con su trayectoria un camino distinto al de la mediocridad.

In memoriam.

Por Gabriela Ichaso.


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