Durante siglos, Occidente edificó un modo de vida sobre la ficción de que mente y cuerpo eran mundos separados. Hoy, la ciencia desmonta ese mito y expone sus costos culturales: el sedentarismo como norma, la introspección inmóvil como dogma y un yo escindido que enferma. Este artículo explora cómo recuperamos, al movernos, una antigua verdad: que el cuerpo piensa.
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